«Fábula de la iniciación» por Daniel Gigena – La Nación

La historia de una niña, que ella misma cuenta a medida que transcurren su infancia y su adolescencia, deja entrever lo que escapa a los límites de la novela de iniciación. La máquina de proyectar sueños. Fábula autobiográfica es y no es un Bildungsroman ambientado en el barrio de Belgrano. Las razones que la definirían como tal las brinda el argumento: una chica que vive con sus padres y sus dos hermanas en una casona porteña rodeada por un jardín salvaje empieza, de a poco, a descubrir «el borde del fin de la representación». Allí la novela de aprendizaje hace un pliegue. A los trece años, Poe mediante, todo cambia para ella: «Si antes era la niña frágil, de golpe me veo como la niña reptil, acorazada con escamas». La coraza será útil más adelante. Por otro lado, ¿iniciación a qué? A los condicionamientos sociales, a las diferencias de clase, a la multiplicación de deseos, a la risa del lenguaje con ella como una Scherezade en miniatura que pretende ahuyentar los sueños. Pero también La máquina…, como insinúa la protagonista, es una construcción narrativa, un artefacto de ficción escrito bajo la urgencia de un exorcismo: «Arrastrada, succionada por el muerto, quedé muerta, después resucito y ahí… ¡zombi!, como quedan todos los que tienen alguien que aman muerto». Contar la historia del hechizo quizá pueda salvarla.
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